Resumen del libro "Dinero oscuro", de Jane Mayer (2016)
Link original y actualizado del resumen:https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/09/dinero-oscuro-de-jane-mayer-2016.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, financiación de partidos políticos, política, Estados Unidos,
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Título: "Dinero oscuro"
Subtítulo: "La historia oculta de los multimillonarios escondidos detrás del auge de la extrema derecha norteamericana"
Título original en inglés: "Dark money"
Autora: Jane Mayer, 2016
Edición en español: Debate (Penguin Random House Group International), Barcelona, 2018.
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Biografía de la autora Jane Mayer (hasta el 2018)
Jane Mayer es colaboradora de The New Yorker y autora de tres aclamadas obras de no ficción: Landslide, escrita junto con Doyle McManus; Strange Justice, en coautoría con Jill Abramson, y The Dark Side. Galardonada con numerosos premios periodísticos, Mayer ha sido finalista en varias ocasiones del National Book Award y del National Book Critics Circle Award. Actualmente vive en Washington DC.
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Texto de la contraportada
"En los años ochenta, liderados por los hermanos Koch y sin que nadie se percatara del impacto que tendrían sus actos en el futuro de la política nacional estadounidense, algunos multimillonarios empezaron a invertir cantidades exorbitantes en las campañas electorales del ala más radical del Partido Republicano. Actualmente, su triunfo no solo es evidente en el ámbito electoral: a través de la implantación y la financiación de toda una red afín compuesta por "think tanks", programas universitarios y medios de comunicación, este selecto grupo de ideólogos ha conseguido moldear las reglas del juego de la democracia estadounidense.
"En esta impactante y poderosa investigación periodística, Jane Mayer examina los orígenes, el auge y la dominación de una casta que, no conforme con disfrutar de uno de los tratos más privilegiados del planeta y acumular el porcentaje más elevado de la riqueza mundial generada, ha secuestrado la democracia estadounidense para sus propios fines con una sofisticación inaudita y altamente efectiva".
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ÍNDICE
Primera parte. Militarizar la filantropía
La Guerra de las Ideas (1970-2008)
1. Radicales; una historia de la familia Koch
2. La mano escondida: Richard Mellon Scaife
3. Cabezas de playa: John M. Olin y los hermanos Bradley
4. El método Koch: la vorágine del libre mercado
5. Kochtopus: una máquina de libre mercado
Segunda parte. Operaciones encubiertas (2009-2010)
6. Fuerzas terrestres
7. La hora del té.
8. Los fósiles
9. El dinero habla: el largo camino a Citizens United
10. La golpiza: el debut del dinero oscuro en las intermedias, 2010
Tercera parte. Privatizando la política
Combate total, 2011-2014
11. El botín: saquear el Congreso
12. La madre de todas las guerras: el fracaso del 2012
13. Los estados: ganar terreno
14. Vendiendo a los nuevos Koch: un mejor plan de batalla
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RESUMEN
La autora sostiene que los industriales Koch promovieron políticas afines a sus intereses industriales (energías y combustibles fósiles) y que financiaron a aquellos políticos favorables a la desregulación de las leyes y promovieron el negacionismo del cambio climático pagando investigaciones en esa dirección. Los hermanos, anarcoliberales favorables a un Gobierno débil y total libertad empresarial, inicialmente participaron en las elecciones pero obtuvieron en los años 80 unos resultados ridículos. Por eso, cambiaron de estrategia y realizaron inmensas inversiones en sufragar institutos de opinión, investigaciones y a políticos que defendiesen esas políticas. La autora sostiene que sus inversiones multimillonarias en política fueron un éxito porque inocularon en el programa republicano ideas que defendían sus intereses energéticos e industriales (sobre todo la oposición a la leyes medioambientales).
Aunque no apostaron por Trump, que se convirtió en un guijarro en sus zapatos, lo felicitaron tras ganar las elecciones y varios de los protegidos de Koch pasaron a formar parte de su gobierno, de forma que Trump asumió algunas de las políticas de los Koch.
La autora relata cómo paso a paso los Koch montaron una gigantesca red política regada con miles de millones tras la victoria de Obama para expandir el ideario conservador. Lograron reunir miles de millones para cambiar la situación gracias a una nueva ley llamada Citizens United que permite donar cantidades ilimitadas de dinero a las asociaciones siempre que se dé a conocer el nombre del donante. Pero, según la autora, en el caso de los Koch, urdieron una red de asociaciones y institutos de investigación supuestamente independientes para regarlas de millones y propagar su ideario ultraconservador, pero siempre disimulando de dónde procedía el dinero, lo que equivaldría a incumplir la ley de transparencia. Solo una vez, la Administración llegó a dar con un donante muy ligado a los Koch, del que tuvieron que desembarazarse políticamente para no verse comprometidos.
Según la autora, los Koch y otros millonarios donantes pretenden hacer creer que en todo EE.UU. hay una revolución conservadora espontáneamente originada y promovida de las bases de la pirámide, de los institutos de investigación y de las asociaciones civiles o el Tea Party, pero, en realidad, dicho movimiento civil es un movimiento que parte desde arriba (un grupo de millonarios conservadores) hacia abajo y no de abajo hacia arriba. Lo escandaloso, dice la autora, es que un pequeño grupo de votantes usen su dinero para imponer sus políticas al resto. Dichas políticas se limitan a defender sus intereses, en concreto un recorte de impuestos para los más pudientes (a costa de recortar los gastos del Estado, preferentemente los gastos sociales y educativos), así como desregularizar las políticas medioambientales que afectan a las industrias. Es una defensa casi fanática del libre mercado que exige reducir el Estado a su mínima expresión (anarquismo de derechas). A partir de este concepto se crean numerosos institutos de investigación que promueven esta ideología.
Por tanto, la autora considera que la supuesta revolución conservadora que siguió a la victoria de Obama fue artificiosamente financiada por un grupo de magnates, amparados en la nueva legislación y en desgravaciones fiscales a las asociaciones sin afán de lucro y que tampoco son partidos políticos. Para ello, fue primordial un fallo del Supremo sobre el caso de Citizens United que autorizaba a donar cantidades ilimitadas de dinero a partidos políticos en aras de la libertad de expresión y para dar mayor transparencia. Pero la autora cree que es una lucha desigual porque un puñado de supermillonarios imponían su ideario al resto a través de canales de televisión como la Fox, que eran parte de su maquinaria.
La primera estrategia que siguieron obtuvo un éxito increíble: hicieron un mapa de EE.UU. y descubrieron que había estados en los que solo necesitaban cambiar un representante demócrata por otro republicano para cambiar la composición del Senado en dos años, y darle la mayoría a los republicanos. El éxito fue total. Estado a estado, la red oculta de los Koch financió con un reguero de millones a los candidatos conservadores, mediante la compra de anuncios y espacios publicitarios, y ataques agresivos o plagados de medias verdades o calumnias que desprestigiaban a sus oponentes demócratas, algunos de los cuales llevaban mucho tiempo en el poder y fueron desalojados tras perder las elecciones. Los propios conservadores sustituyeron a sus miembros más moderadores para poner a otros más agresivos. Cuando el equipo de Obama se dio cuenta de lo que estaba pasando, ya era muy tarde y no les dio tiempo a reaccionar.
Pasados dos años, la red de Koch logró revertir la composición de la cámara del Senado, que con mayoría conservadora se convirtió en un entorno hostil para Obama. Daba igual lo que intentase negociar el presidente, todo estaba mal: Obamacare, seguros a los pobres, presupuestos... porque se trataba de un ataque ideológico donde no cabían concesiones. Los nuevos senadores intentaron derrocar el Obamacare con feroces ataques y casi colapsan la Administración al negarle al presidente un acuerdo presupuestario. Finalmente, Obama tuvo que entrar en el juego e incluir en su discurso parte del programa regresivo republicano tras negociar con el sector más moderado. Los ultraconservadores celebraron como un triunfo que Obama tuviese que ponerse a la defensiva pero en el 2012 no consiguieron ganar las elecciones y fueron derrotados, por lo que Obama repitió mandato, aunque atado de pies y manos. En cuanto a las donaciones, los demócratas tampoco pudieron protestar porque supermillonarios como el financiero George Soros también estaba donando sumas fabulosas a los demócratas y creando sus propios institutos de investigación.
La autora hace referencia a los encuentros que hasta 400 millonarios ultraconservadores hicieron en un resort de California para recaudar fondos para echar a Obama y apoyar el renacer americano. Unos picaban a otros sobre los millones que iban a donar para la red de Koch y devolver el esplendor a la civilización occidental blanca.
Lo que la autora plantea en su libro es cómo dos millonarios sin haber sido nunca elegidos están imponiendo su ideario (lleno de intereses económicos) a 300 millones de norteamericanos que no los han votado simplemente porque tienen enormes fajos de billetes para gastar. La influencia ha sido tan enorme que han cambiado el mapa político en pocos años e introducido ideas reaccionarias como el negacionismo del cambio climático, el recorte de impuestos para los más ricos o la tacañería en la concesión de ayudas públicas a los más pobres. También se impusieron nuevos debates como el gasto público o el déficit público que ahora forman parte de la agenda de muchos países pero que, hace años, nadie le concedía tanta importancia. Hubo un obstruccionismo deliberado e ideológico contra las políticas progresistas (más ayuda social a los desfavorecidos) iniciada por Obama, quien ante el virulento ataque se vio obligado a negociar y entrar en el juego.
Por otra parte, la autora dice que el partido republicano se ha visto obligado a asumir las ideas y debate extremista del Tea Party y los captadores de donaciones, lo que molesta a gran parte de los republicanos moderados que anteponen el bien del país a su ideología. El resultado ha sido el obstruccionismo contra la Administración Obama, a la que no le dejaron ni respirar, sin darle la menor capacidad de negociar un buen trato para el país ni siquiera cuando este coincidía, en general, con los intereses de los republicanos. El presidente se encontró con una hostil resistencia.
A todo ello se sumó el cambio de discurso después de que la derecha perdiese las elecciones del 2012 y Obama renovase mandato. La derrota de su candidato obligó a la derecha a hacer durante meses una metódica reflexión sobre lo ocurrido pensando ya en las elecciones del 2016 para intentar recuperar el poder.
Los sabios del partido republicano se dieron cuenta de que el discurso de la extrema derecha era impopular porque la gente los identificó con "los del dinero", esos desalmados sin corazón que deniegan ayudas a los pobres. En una de las charlas secretas, en la que alguien filtró unas grabaciones, se oía decir a uno de los sabios a los donantes millonarios que él nació pobre pero ha trabajado mucho para llegar a dónde está y que cuando se encuentra a un pobre le deniega ayuda porque piensa que debe espabilar y buscarse un trabajo y esforzarse como hizo él. Un tercio de los votantes, los republicanos, piensan como él y no dudarían en culpar al pobre de su situación. Otro tercio, por contra, es demócrata y cree que se deben conceder todo tipo de ayudas y beneficios a los pobres. Ninguna de esas partes va a cambiar de opinión. Sin embargo, añadió, mucha gente de buena voluntad, ese tercio que está en el centro, duda si se deben conceder o no ayudas. Es ese caladero de votos a donde los republicanos dirigieron sus esfuerzos entre el 2012 y el 2016 para convencer a los electores. La palabra clave era "bienestar", convencer al país de que las políticas republicanas son buenas porque traen "bienestar". A los Koch les gustó el concepto y comenzaron a difundir esa consigna por su red de contactos.
El nuevo plan que los expertos en Marketing vendieron a los Koch consistió en defender la idea de que el programa de los extremistas de la derecha y los defensores fanáticos del libre mercado traen "bienestar", un estado de felicidad que todo el mundo quiere, para dar la sensación de que los políticos ultras republicanos también tienen empatía con los más desfavorecidos. Por ese motivo, los donantes millonarios aportaron sumas cuantiosas para crear numerosos institutos privados, generalmente adscritos a las universidades, para investigar el "bienestar", estudios a los que luego siempre se le daba un barniz ultramercantilista. Este fue el ideario que empezó a impregnar las aulas en los años 2012 a 2016, lo que motivó muchas protestas de los estudiantes porque estaban estudiando una Economía demasiado politizada y que supuraba republicanismo descaradamente. Así, los profesores defendían ideas como que denegar la ayuda social a los pobres contribuía al bienestar general porque la falta de ayudas les estimulaba a competir y trabajar, lo que reducía el paro, y si no lo lograban, la culpa era solo suya. Cualquier punto del programa, inmigración, proteccionismo, etc... era filtrado con la palabra-consigna del "bienestar". Se culpaba al Gobierno de la crisis del 2008, se consideraba que el libre mercado era lo único que traía bienestar.
La autora también reflexiona sobre la hipocresía de estas teorías sobre la superación de uno mismo ya que los fanáticos que más las defendían eran precisamente ricos herederos que habían nacido con una enorme fortuna bajo el brazo. Nadie duda que se pudiesen haber esforzado para escalar puestos en la empresa paterna pero era obvio que nacían con una ventaja inicial. Por tanto, su discurso era poco creíble. Culpar a los pobres de su pobreza era obviar que dichas personas no habían nacido con las mismas oportunidades de educación o sanidad que los ultrarricos y los superricos.
Paradójicamente, Trump, que se negaba a ir a las convenciones de los Koch para no tener que mendigar dinero como otros políticos republicanos, dio con la fórmula mágica para convencer a los votantes. Los Koch se gastaron 13 millones de dólares y su red de donantes otros 1.000 millones de dólares en implantar una ideología ultraconservadora en EE.UU. pero Trump, más intuitivo, comprendió que la clave para ganar las elecciones estaba en el malestar de los obreros del medio Oeste, golpeados por la deslocalización de las fábricas, la supuesta competencia de los inmigrantes con salarios más bajos y la globalización. Aunque heredó la línea de pensamiento de los Koch, interpretó mucho mejor las claves del país, con sus discursos tocó la fibra de los obreros y las clases medias-bajas e hizo creer a los obreros que él era como ellos y que podía sacarlos del bache.
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